Golden Promise Brewing
  • Abdul Vas Rock IPA, una colaboración que acaba de empezar

    Golden Promise y Abdul Vas, un tándem con grandes posibilidades

    Sobre todo, porque ambas partes solo queremos y sabemos hacer cosas que nos ilusionen, que merezcan la pena y que nos permitan poner en marcha muchos más proyectos.

    Me explico.

    Una vez, en una de tantas catas de cerveza, ni me acuerdo cuándo exactamente y menos dónde, alguien me preguntó: «Oye, leí un día en tu furgoneta, que vosotros habéis embotellado la felicidad. Eso ¿no es mucho…?», o algo así creo que dijo. Y yo le contesté algo así como que probablemente sí, aunque esa frase hablaba de mí felicidad. Sería muy pretencioso por mi parte ir por ahí diciendo que nuestra cerveza da la felicidad. No existe tal producto o cosa, desde mi punto de vista, pero si ciertas actitudes y planteamientos, o al menos nos acercan mucho, ayudando a que durante la órbita de la vida experimentemos solsticios de dicha, satisfacción, fortuna y demás, el mayor número de veces. No obstante, reconozco que suena algo cursi. Pero en esta frase se mezclaron la versión más breve de cómo nació Golden Promise Brewing, una declaración de intenciones, un poquito de marketing y algo de copy publicitario. Por si no me he explicado bien, con esa frase quise decir, y me mantengo, que yo he encontrado un método, una fórmula que me funciona a mí, o eso creo. En realidad depende del día. Y así es como funciona Golden Promise Brewing. Hacemos lo que nos hace felices (lo que nos da la gana o nos permiten las finanzas y los hados), y como buenos yonquis de las endorfinas, serotonina, dopamina y demás hormonas que rigen la química que nos dicta el estado de ánimo, la dosis cada vez tiene que ser mayor. Así que cada nuevo proyecto supera el anterior, al menos a nuestro entender y sentir. Ahora para alcanzar una cota mayor de satisfacción, eso implica asumir mayor riesgo, lo que supone más estrés, jornadas de onicofagia intensiva, doble sesión de sicólogo, tres de siquiatra, y unos miles de odiosmíos por día. Casi nada.

    Bueno, que me pierdo. A lo que iba. Abdul.

    Abdul Vas es un artista a quien conocí hace unos 16-18 años o más. Entonces vivía en Zaragoza y acababa de decorar con sus famosos pollos de AC/DC los baños de El Pulp, un garito de entonces, regentado por Jorge Puyuelo, ahora manager de Ara Malikian. Nos caímos bien y al tiempo perdimos el contacto, sin más.

    A la vuelta de Nueva York, removiendo mis cajones en el cuarto que ocupaba en casa de mi madre, una tarde de esas que estás nostálgico, encontré un trozo de papel con el retrato, que en los años que lucía mata de pelo frondosa, me hizo Abdul, elevándome a los altares gallináceos dónde todo suena con guitarra eléctrica y acento australiano.

    Le hice una foto con el móvil y subí la instantánea a Instagram. Y por aquello de, «qué será de Abdul», busqué su nombre en la red social y le encontré: @abdulvasacdc (por si queréis seguirle).

    Le etiqueté y me contestó. Lo siguiente que hice fue mandarle cerveza. En una semana, sin habernos vuelto a ver si quiera, ya estábamos planeando un proyecto para llevar a cabo en conjunto. «!!Sería brutal!!», como le gusta decir a Abdul. Al principio iba a ser una serie de botellas redecoradas por el artista para hacer una exposición donde se serviría Golden Promise por castigo… lo que haga falta, los que me conocen ya saben cómo me vengo arriba con estas cosas. Mientras pulíamos el evento surgió una oportunidad de dar de beber a un montón de artistas y amantes de las creaciones nobles, y allí que me fui. Monté mi conocida barra de madera y puse cien botellines a enfriar.

    Al poco llegó Abdul y creo que fue la primera vez que nos veíamos desde que retomamos el contacto. Le sorprendió el display y después de dos palabras comenzamos a celebrar el reencuentro. Lentamente se fue llenando la sala de almas y la barra cada vez atendía a más gente y muchos por segunda y tercera vez. Una avalancha. Tal fue la locura que tuve que salir a servir a Nacho Vigalondo en persona, porque debió pensar por el tumulto que jamás llegaría a probar nada fermentado en mi nombre. Le dieron por saco al vino y a otros compañeros de la cebada de corte industrial que ocupaban la nevera y solo cuando acabaron con todo lo que había traído, y llevados por el delirio lupulado el gentío se lanzó a lo que fuese, aunque algunos me maldecían por haberles quitado la careta y abrirles los ojos y el gaznate, que ya no aceptaba cualquier forma de pago. «Borracho yo, tururú», que diría aquel.

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Feliz me fui de allí y Abdul y sus amigos se convirtieron al club de Golden Promise Brewing. Y como ocurre siempre, una cosa lleva a la otra, y de aquí surgió la idea de incluir a más artistas y hacer una edición especial. Entonces se me ocurrió la dichosa caja reversible. Mandamos un email a modo de contrato a los artistas que me fue indicando Abdul y todos contestaron que «amén». Bueno, había varios japoneses que estaban en el mailing pero que según Abdul no llegaron a comprender muy bien lo que les estábamos proponiendo. No les culpo.

    En cualquier caso, contando con Abdul, se sumaron cinco a la causa y todos mandaron una obra inspirada en el Sueño Americano, como se les pidió, a cambio de cerveza, porque no había más para ofrecer a cambio. Un regalo que algún día espero poder devolvérselo, aunque sino lo consigo estoy convencido que el universo, el karma o lo que sea se lo recompensará con creces. Yo creo en esas cosas y actúo en consecuencia.

    Todavía no habíamos terminado de disfrutar del éxito de la serie de cajas numeradas y serigrafiadas con obras de Sofía Maldonado, Rorro Berjano, Christian Vinck, Ana Barriga y nuestro incondicional Abdul Vas, que ya estaba calculando cuánto costaría sacar una edición con una etiqueta que ocupase toda la botella y así decorarla con un diseño de mi amigo.

    Después de varios emails, fue evidente que el dichoso sleeve para etiquetar botellas de vidrio es un derroche absurdo y limitado y entonces aparecieron las latas como el envase perfecto. No solo está de moda en el mundo artesanal, también son más baratas y permite jugar mucho más y por menos dinero. Así que como ahora tenía una manera de llevar a cabo esta nueva colaboración, decidí gastarme lo que no tenía y no hacer una, sino seis diseños diferentes. Hay que decir que Abdul al saber de la nueva propuesta puso parte del «oro», para sacarlo adelante.

    Escogí varias obras de Abdul, a pesar de que inicialmente él no estaba muy convencido de que fueran las mejores opciones. Pero supongo que me vio tan convencido que me dejó hacer. Con sus cuadros y mis ideas me planté en Estudio Versus, mis diseñadores de cabecera, donde ya están acostumbrados a que les proponga cosas un poco locas y para ayer. Y como siempre, el resultado superó las expectativas de todos. Y si no las habéis visto bien todavía juzgar por vosotros mismos.

    Ah, y por si os interesa, esto no ha acabado aquí. Estamos preparando cosas muy, muy, muy… Bueno ya lo veréis. De momento no perdáis la oportunidad de haceros con un pack de latas.